domingo, 26 de diciembre de 2010

Luz y sombras en el Santuario Guadalupano de Zamora Michoacán, cerca de ...

El poema de la bici

El poema de la bici
Hoy estamos en el salón de clases. Casilda, nuestra profesora quiere que copiemos y memoricemos un poema, que es orden del director. Me extraña, porque ella no es así, siempre he dicho que me gusta cómo enseña, piensa Jorge el vampiro, entonces se llena de valor y le dice a la maestra:
—La verdad, ese poema me choca. —Yo quisiera escribir sobre mi bici; es que las batallas, los rifles y los soldados con sus uniformes grises no me gustan.
—No Jorgito, el director me encargó especialmente que lo copiaran y memorizaran. Así que todos: ¡manos a la obra!
Pasan los minutos, y más tiempo... Todos hacen lo que la maestra les indicó. Desde hace tiempo Jorge tiene adentro una vocecita que se llama “inspiración” y le dice al oído que escriba un poema sobre su bici.
El pequeño vampiro ya escribió lo que andaba por su cabeza: todo lo que pasa con su querida bicicleta roja. Dobla la hojita y la guarda con cariño, y un poco de miedo, en su cuaderno.
Ya en su casa, se pone triste porque no entiende bien a su maestra y eso que quiere el director lo enoja, pero el jugo de jitomate es bueno para sentirse menos triste; y la siesta en ataúdes con cojines y colchas de colores, también ayuda a sentirse un poco mejor.
Al otro día la profesora Casilda le anuncia que él estará a cargo de declamar el poema para el siguiente lunes frente a todos los maestros y alumnos de toda la escuela, en el festival.
Jorge se queda inmóvil, quiere hablar pero no le sale ni una sola palabra; se encoge de hombros, toma su mochila y se va cabizbajo.
¿Qué pasaría si en el festival digo mi poema en vez del que quiere el director? ¿Y si la maestra Casilda se enoja conmigo? ¿Y si me expulsan?
Decide que lo mejor es pedirles consejo a sus papás.
— Ma, ¿ya lo leíste? — ¿Cuál de los dos? — Los dos: el que está horrible y el bonito. — Mmmm, la verdad a mí me gusta el de la bicicleta. — ¿De veras mamá? ¡Yupi! ¡Ese es el mío!— ¿Y cuál tienes que recitar hijito? — Ay mami, es que tengo un problema, la maestra y el director quieren que diga frente a todos el de esos soldados, pero yo escribí el que me gustaría decir.
Austreberta está muy conmovida, en realidad el poema de la bici le parece genuino y gracioso. Piensa que sería conveniente que Jorge dijera el suyo, pero le dice que esperarán a Rodomiro para que les dé su opinión.
Rodomiro coincide con su esposa y con su hijo en que el poema de los soldados suena como a viejo, y le aconseja que muy respetuosamente pida permiso a la maestra para recitar el suyo y... que... bueno, seguro la va a convencer de que le permita hacerlo.
Llega el día y Jorge, con su uniforme limpio y bien planchado, observa desde atrás de la columna. Todos, pero todos los de la escuela están formados en el patio; nadie echa relajo y las profesoras están al lado de la fila de sus grupos. Jorge está muy nervioso, le sudan las manos y siente que se le cierra la garganta. Desesperado, busca con la mirada a la maestra Casilda, pero está lejos, muy lejos, hasta allá, mero atrás...
De pronto escucha al maestro de ceremonias:
— A continuación, el alumno de 1o C, Jorge Rojas, pasará al frente y nos deleitará con un poema.
Jorge está aterrado, sin embargo, la vocecita que trae dentro le aconseja que lo diga y que si la maestra se enoja, luego podrá explicarle todo lo que siente.
Para sorpresa de todos, comienza a recitar:
Andar en bici es alegría
Para correr como el viento ligero como cometa tengo una amiga en el patio: mi querida bicicleta
Mi bici es roja y hermosa tiene canastilla y frenos y un manubrio plateado como astro del firmamento
Andar en bici es alegría me siento feliz viajero y en todas mis travesías me acompaña Chinchero
Y por si alguien no lo sabe: quien va conmigo es mi perro, y si alguna vez me caigo... me levanto y no me quejo.
Debo confesar que un día resbalé y me salió sangre una costra en la rodilla traigo, aunque no muy grande.
Amo a mi bici, ¡me encanta! sus ruedas son como alas sé que entre más pedaleo llego más lejos que el cielo.
Ha terminado. Lo hizo. Se siente bien, pero no sabe cómo van a reaccionar los demás. Todos están en silencio. Jorge cierra los ojos y se queda de pie, el tiempo se le hace muy largo; al abrir los ojos, escucha unos murmullos que, poco a poco, se van convirtiendo en aplausos...Mira a su maestra y la ve confundida... Al acercarse a los niños de su grupo escucha cómo varios maestros felicitan a su profesora por permitir y motivar a los niños para que escriban sus propios poemas.
Casilda está complacida y él reconoce a su maestra de siempre. El director anda cerca de ahí. Jorge teme lo peor, pero el director se le acerca y le da una palmada en el hombro... Con una sonrisa entre los labios, se va a su oficina y recuerda el poema que hace muchos años había escrito sobre sus cochecitos y que no se había atrevido a decir enfrente de todos.